La etiqueta cortesana con los Reyes Católicos

Los Reyes Católicos mantuvieron el ambiente “ceremonioso de la corte de los últimos Trastamara, […] en el que participaron gran parte de los caballeros, eclesiásticos, letrados e incluso damas de su corte” (Fernández de Córdova Miralles, 2002), para ello impulsaron un mecenazgo cultural que se materializó en un impulso de la labor educativa; un interés por las buenas maneras y la crianza, lo que revalorizó la cortesía, tanto de los hombres como de las mujeres; y un interés, asimismo, por cuestiones de ceremonial y precedencia, lo que llevó a la redacción de numerosos tratados en la materia.
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La tarea educativa la realizaron con los infantes, pajes y donceles, un cuerpo de preceptores, entre los que se encontraban eclesiásticos, caballeros y letrados; desarrollando una literatura de carácter pedagógico destinada a la educación de estos niños, entre la que destaca el Liber Educatione Iohannis, del canónigo Alonso Ortiz.

Cada una de las etapas de formación de un príncipe requería de un personal especializado y adecuado cuya selección era muy importante. Así las amas se encargaban de proporcionar al futuro rey los cuidados corporales que necesitaba en sus primeros años. Los ayos intervenían en la segunda etapa de la educación del príncipe, que duraba hasta los 14 años aproximadamente, y que en el siglo XIII “eran hombres de criazón, bajo cuya tutela crecía el infante alejado de los continuos viajes y de la inseguridad del mundo itinerante característico de la Corte medieval castellana”, (Pérez Marcos, 2008).
Los preceptores tenían como misión impartir conocimientos, eran los máximos responsables de la instrucción intelectual del príncipe. Se elegían entre “los sabios más insignes e incorruptos, y tenían que estar siempre alerta brillando por sus dotes de mando, por su sabiduría, por su moderación, por su justicia, por su previsión, templanza, integridad y celo por el bien público, ya que la salvación del Estado y de la sociedad son una cuestión de moral individual y de educación intelectual” (Pérez Marcos, 2008)
Los consejeros aparecían en la vida del príncipe cuando este había completado su formación; tenían una importancia clave ya que habitualmente “la voluntad del príncipe y el provenir de su pueblo estaban en sus manos”
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Se revaloriza la cortesía, entrando esta en el terreno de la urbanidad, favoreciéndose un modelo cortesano en el que primaban los valores de discreción, continencia, crianza, prudencia, autodisciplina y buenos modales en la mesa. Todo ello se recoge en el Doctrinal de Caballeros, de Alonso de Cartagena, manual que se enseña al caballero a comportarse en la mesa; contener sus movimientos, sus palabras; o la distinción en el trato según los distintos grados de honor y privilegio en la corte.

Escudo de Armas de
Fernando el Católico
Palacio de la Alfajería
“La idea de una caballería renovada con el cultivo de las letras y de las nuevas virtudes cívicas, fue asumida por los Reyes Católicos desde el momento en que acogieron en su corte a una buena parte de sus creadores […] cuyos tratados se encontraban en la biblioteca de la reina” (Fernández de Córdova Miralles, 2002) La nobleza ve en la cultura una fuente de prestigio. Hay un gran interés por asuntos de ceremonial y precedencia redactándose numerosos tratados nobiliarios y heráldicos, entre ellos destaca el de Preheminencias y cargos de los oficiales de armas, de Diego de Varela; redactado por este autor para Fernando el Católico, con el objeto de que se respetasen los privilegios caballerescos en materia protocolaria y con la pretensión de recuperar la función de estos oficiales expertos en ceremonial de corte.


Los reyes tenían una posición de autoridad cada vez más consolidada, y no se admitían excesos en cuestiones de privilegio y protocolo por parte de la aristocracia que pudiera suponer un menoscabo de esa autoridad real.


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